Trabajo forzado en China: Más prohibiciones a la importación, pero ¿importa?

El 3 de enero, la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos (CBP) anunció la prohibición de productos de algodón y tomate producidos en Xinjiang, basándose en información "que indica razonablemente el uso de mano de obra de detenidos o presos y situaciones de trabajo forzado." Esto no es una sorpresa: Ya advertimos de esta prohibición del algodón en octubre (véase Xinjiang. Ten Foot Pole.) y volvimos a hacerlo en diciembre (véase "Made in China" es una etiqueta de advertencia, pero...).

Estos esfuerzos son bienvenidos, dada la gravedad del problema del trabajo forzoso en Xinjiang. Sin embargo, como dejamos claro cada vez que escribimos sobre el tema, el problema no se limita a los productos fabricados en Xinjiang. Los uigures y los miembros de otros grupos minoritarios de Xinjiang trabajan en condiciones de trabajo forzoso en toda China. Estos trabajadores podrían ser obligados a trabajar en granjas de tomates de Ningxia o Mongolia Interior, ambas regiones productoras de tomates. Aunque los tomates no se produjeran en Xinjiang, seguiría constituyendo trabajo forzoso. Alternativamente, los tomates podrían cultivarse en Mongolia Interior utilizando mano de obra forzada de Mongolia Interior o de alguna otra parte de China. De hecho, el pasado mes de octubre, la CBP emitió un dictamen de trabajo forzoso contra una empresa de Mongolia Interior que produce extractos y derivados de stevia. Además, el trabajo penitenciario es común en toda China.

La conclusión es que, si nos preocupamos por este asunto, debemos entender que el problema del trabajo forzoso en China no es sólo un problema de Xinjiang. Aunque la CBP prohibiera todos los productos procedentes de Xinjiang, los productos fabricados con trabajo forzoso en China seguirían llegando a nuestras costas.

Es cierto que a menudo es imposible determinar si un producto se ha fabricado con trabajo forzoso examinándolo en un puerto de entrada. Sin embargo, las autoridades chinas hacen imposible que los gobiernos y las empresas extranjeras determinen si las cadenas de suministro están libres de trabajo forzoso mediante inspecciones independientes in situ. Además, sabemos que no están haciendo esfuerzos de buena fe para combatir el trabajo forzoso. Al contrario, el trabajo forzoso es rentable para las empresas que lo utilizan, y esto ya supone un incentivo corrupto para que las autoridades chinas miren hacia otro lado. En algunos casos, las entidades que se aprovechan del trabajo forzoso están directamente relacionadas con las autoridades o son las autoridades (por ejemplo, las prisiones y el Cuerpo de Producción y Construcción de Xinjiang).

En el caso de Xinjiang (y Tíbet, y quizá en otros lugares), el trabajo forzoso también tiene una finalidad política. Además de dar a las empresas chinas una ventaja competitiva sobre las que no utilizan mano de obra esclava, proporciona al partido-Estado una herramienta más para destruir la identidad uigur y de otras minorías. Desde el punto de vista de las autoridades, todos salen ganando.

Mientras Estados Unidos (y otros países también) sigue reevaluando su relación con China, el trabajo forzoso debería estar en el primer plano del debate. Además de las evidentes implicaciones para los derechos humanos, este asunto afecta a la esencia de los retos económicos y estratégicos que China nos plantea. Las empresas chinas han disfrutado durante mucho tiempo de considerables ventajas frente a la competencia, no sólo en Estados Unidos, sino también en países más favorables al orden internacional basado en normas y apoyado por Estados Unidos. Algunas de estas ventajas son justas, pero muchas no lo son. Y entre las ventajas injustas, el trabajo forzoso destaca como la más preocupante.

No me cabe duda de que si cualquier otro país utilizara descaradamente el trabajo forzado como lo hace China, o de la misma forma distópica, el gobierno estadounidense impondría sin dudarlo una prohibición general de sus productos. Soy lo bastante viejo como para recordar cuando el mundo mostró algo de coraje al enfrentarse a la Sudáfrica del apartheid. Pero, por supuesto, China es diferente. Es demasiado grande. Hay demasiado dinero en juego. Es demasiado difícil desvincularse. Y sin duda, seguir nuestra conciencia sería una elección costosa y difícil. Pero esa es la elección que estamos haciendo, y dice mucho menos de China que de nosotros.

Por todo ello, aún cabe esperar que la administración entrante de Biden redoble sus esfuerzos contra el trabajo forzoso. Por un lado, escuchará muchas voces poderosas que le instan a adoptar un enfoque más "práctico"( es decir, centrado en el dinero). Al mismo tiempo, la nación está harta de muchas cosas, y da la casualidad de que las autoridades chinas y las voces poderosas están entre esas cosas de las que muchos están hartos. La cuestión de los trabajos forzados podría unir a quienes claman por una línea más firme contra China y contra los poderosos intereses que quieren que todos hagamos la vista gorda. Es posible, incluso probable, que las grandes empresas se impongan en la política china, pero no hay que descartar una política de trabajos forzados que aborde el problema que tenemos, no el que nos gustaría tener, al margen del precio de China.

Importadores, estáis avisados.