Hacer negocios con China: La única garantía es que no hay garantías

Ayer comí con dos amigos de toda la vida, ambos abogados internacionales que llevan muchos años viviendo y trabajando en China. Durante una conversación sobre un asunto inmobiliario internacional en el que trabajaba uno de los abogados, alguien nos preguntó si recordábamos cuando los extranjeros podían comprar libremente bienes inmuebles en China. Todos dijimos que sí, y acabamos hablando de cómo, cuando cambiaron las leyes al respecto, mucha gente intentó burlarlas y acabó perdiendo dinero. Entonces, uno de los abogados contó que, cuando vivía en China, se hizo muy amigo del jefe de policía local y éste le ofreció al abogado comprar un apartamento a su nombre. El abogado contó que, aunque estaba seguro de que el jefe de policía sólo tenía buenas intenciones, nunca consideró seriamente la oferta. A continuación relatamos historias de guerra que ponían de relieve los riesgos de los "tratos de mano", entre ellas las siguientes:

  1. Una empresa estadounidense trabaja estupendamente con una fábrica china desde hace casi 20 años basándose exclusivamente en acuerdos verbales. El CEO de la empresa estadounidense era gran amigo del dueño de la fábrica china y por eso siempre había rechazado todas las sugerencias de que la empresa documentara los términos de la relación de fabricación de ambas empresas tal y como había hecho con sus otras fábricas. El CEO estadounidense insistía en que hacerlo no sólo era innecesario, sino que sería "un insulto a su amistad con el dueño de la fábrica". El dueño de la fábrica china acabó muriendo joven y su hijo tomó el relevo y en menos de 30 días puso fin a la relación entre las dos empresas. La empresa estadounidense tuvo que buscarse un nuevo proveedor y perdió millones en ventas y muchos clientes al no poder suministrar el producto durante el tiempo de transición. Un contrato escrito que exigiera un preaviso de rescisión suficiente habría evitado casi con toda seguridad esta situación.
  2. La administración local permite a una empresa italiana establecer una fábrica aunque el ámbito de la WFOE de la empresa italiana no lo cubría. Véase Cómo constituir una WFOE en China: el alcance es clave. Todo va bien durante unos dos años, pero entonces Pekín audita todas las WFOE de la ciudad y cierra la fábrica.
  3. El gobierno local intenta convencer a una empresa estadounidense para que se instale en su ciudad con todo tipo de incentivos fiscales indebidos. La empresa estadounidense, en contra del consejo de sus abogados, establece su negocio en China en esta ciudad basándose casi exclusivamente en estos incentivos fiscales. Menos de seis meses después, el gobierno local es destituido por corrupción y el nuevo régimen elimina rápidamente todos y cada uno de los incentivos fiscales ilegítimos concedidos. Los costes de la empresa estadounidense se disparan tanto que acaba trasladándose a la ciudad que debería haber elegido en primer lugar. El traslado les cuesta cientos de miles de dólares.

La moraleja de estas historias es que lo que no es legal y está por escrito es efímero.

En otro momento del almuerzo, uno de los abogados habló de un software de inteligencia artificial para la revisión de grandes volúmenes de contratos. Las empresas utilizan este software de IA para revisar de forma rápida y barata grandes volúmenes de contratos relativamente pequeños. El software señala "señales de alarma" en los contratos para que los abogados internos o los especialistas en contratos sepan qué cambios deben solicitar. Un ejemplo sería un contrato que en un lugar estipula que los litigios se resolverán mediante arbitraje y en otro que se resolverán en los tribunales locales. El programa informático señalará una contradicción de este tipo.

A partir de ahí, empezamos a hablar de cómo muchas de las señales de alarma que vemos en los contratos chinos no son tan sencillas porque a menudo tienen que ver con cosas totalmente ajenas al contrato. Por ejemplo, en Occidente es habitual que el comprador de un producto exija al vendedor que tenga un seguro de responsabilidad civil que proteja al comprador en caso de que el producto sea defectuoso y cause daños personales. Pero una cláusula de este tipo en un contrato de fabricación chino debe ser señalada con el dedo, porque es casi seguro que este tipo de cláusula no proporcionará ninguna protección real y, sin embargo, también es muy probable que sea utilizada por la fábrica china para aumentar sus precios. Véase El precio chino y el seguro de responsabilidad por productos defectuosos: Never the Twain Shall Meet.

Al final de la comida, uno de los abogados comentó que ese mismo día había estado hablando con un cliente que no podía creer que su contraparte china hubiera violado tan descarada y alegremente una garantía contractual. Llegamos a la conclusión de que la única garantía al hacer negocios con China es que no hay garantías.

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